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sábado, agosto 02, 2014

Fotografía / México: Dan Medalla Bellas Artes 2014 a Graciela Iturbide

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La presea fue entregada a Graciela Iturbide por la titular del INBA, María Cristina García Cepeda. (Foto: Notimex)

C iudad Juárez, Chihuahua. 2 de agosto de 2014. (RanchoNEWS).- Cientos de admiradores del gremio fotográfico, como público en general, acudieron la noche del jueves a la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes a rendir homenaje a la artista Graciela Iturbide (DF, 1942). Una nota de Merry MacMasters para La Jornada:

En ese recinto, la fotógrafa recibió la medalla Bellas Artes por sus 45 años de trayectoria, de manos de María Cristina García Cepeda, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes.

A las seis de la tarde de ese día ya había una fila de asistentes, que luego se extendió hasta la entrada al Palacio de Bellas Artes, 250 de los cuales lograron entrar a la sala Ponce, pero 350 se quedaron afuera, aunque se instaló una pantalla y hubo asientos.

La mera presentación de Iturbide provocó una intensa ovación entre la concurrencia, así como gritos de júbilo. Al entregar el reconocimiento a la fotógrafa por «su gran contribución a las artes visuales de nuestro país», García Cepeda expresó que a través de la lente de Iturbide «muchos hemos habitado mundos de ensueño, porque tu cámara ha sido la fábrica de quimeras de donde han nacido personajes míticos, como la Mujer ángel, El señor de los pájaros, El hombre-calavera o Nuestra señora de las iguanas».

La funcionaria agregó que varios de los proyectos de Iturbide han marcado un «hito en la historia de la fotografía contemporánea: los realizados con la comunidad seri de Sonora o con las mujeres de Juchitán, Oaxaca. Destacan también aquellos que nos acercan a culturas de países como Panamá, Cuba, India, Alemania, Hungría, Italia, Francia y Estados Unidos».

Su «mirada sensible y poder expresivo ha sabido capturar la esencia y la dignidad de nuestro pueblo», redondeó María Cristina García Cepeda.

Invención, búsqueda y hallazgo

Después de cuatro décadas y media de recorrido y la obtención de múltiples premios y reconocimientos nacionales e internacionales, Graciela Iturbide «sigue abierta, como al principio, a todas las posibilidades de la invención, la búsqueda y el hallazgo», señaló Alfonso Morales.

Para el especialista, la fotografía del Premio Hasselblad (2008), considerado el Nobel de esa disciplina, «confirma sus enormes alcances como medio de expresión, proyección de una visión personal y revelación, siempre sorprendente, de las incontables capas e insondables misterios que la realidad visible despliega ante nuestras miradas: presencias, ausencias, figuraciones, rastros, fragmentos, indicios, tramas, fugas, representaciones, trampantojos...»

Morales recordó que algunas de las obras de Iturbide, como Nuestra señora de las iguanas, se han convertido en «iconos memorables, dueños de una vida independiente sobre la que ya poco pesan las decisiones de su autora». Anotó: «Aun en sus proyectos más etnográficos o documentales, Iturbide no ha dejado de indagar en el significado poético, espiritual y místico de la fotografía, que entiende como herramienta útil para convocar visiones y no como reificación derivada del poder de los aparatos.»

El respeto por esa misma poética la «ha obligado a reinventarse como creadora, con lo cual ha podido atemperar el efecto pernicioso de las etiquetas fáciles, los fardos de la nacionalidad estereotipada y el éxito de sus propios iconos». En espera de lo que Iturbide «habrá de traer a la vuelta de sus próximos viajes y caminatas, Morales dijo que la «comunidad a la que pertenezco no puede sino alegrarse de que una obra de esta importancia sea apreciada y valorada por las autoridades culturales y artísticas, reconociendo de paso todo lo que la fotografía, en sus distintas vertientes, ha aportado y sigue generando como expresión de la cultura moderna y contemporánea, en todos los ámbitos de la convivencia social.»

La escritora Fabienne Bradu reconoció que antes de conocer a la homenajeada «tenía una mala opinión de la fotografía, quiero decir, una vaga y equivocada idea». Sin volverse una especialista, «su amistad fue para mí la oportunidad y la guía hacia un conocimiento más profundo y, sobre todo, desempolvado de clichés y prejuicios.»

El primer prejuicio que «Graciela me despejó es que la fotografía no es un reflejo de la realidad, ni siquiera un espejo, sino una interpretación en la que interviene la intuición, el azar, la pericia y la sensibilidad del artista».

Enjambre de admiradores

En varias imágenes, prosiguió Bradu, «Graciela optó por subrayar la imposibilidad de tener la verdad de la vida con un guiño irónico que muestra la llamada realidad y su representación contigua, por lo general tan burda como un decorado de feria pueblerina.»

El paso siguiente hacia la comprensión de Iturbide, según la escritora, reside en una afirmación suya: «Debo precisar que nunca he construido ninguna imagen. Cuando hablo de interpretación me refiero al encuadre que uno da a lo que ve. Este es mi modo de interpretar».

Aquí se entiende que lo que aparece como «increíble, insólito o francamente imposible son dones que misteriosamente el mundo le regala a Graciela», acotó Bradu.

El tercer paso deriva directamente del anterior: la necesidad del sacrificio y su contrario concatenado, la inesperada aparición. «De la etapa que la dio a conocer al mundo entero, el estudio en torno a Juchitán, Graciela retuvo una lección que su mentor, Manuel Álvarez Bravo, ya le había anticipado: la necesidad del sacrificio para penetrar en una comunidad, ser aceptada por ellos y así aspirar a volverse invisible como antaño los antropólogos adoptaban la pasividad participativa en sus exploraciones de otredad», indicó Bradu.

Terminado el acto, Graciela Iturbide fue arropada por un enjambre de admiradores y fotógrafos que la persiguieron hasta la terraza del recinto, incluso no dejaron que se viera.



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