Rancho Las Voces: Libros / México: El linaje del fotolibro, un género editorial
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jueves, septiembre 04, 2014

Libros / México: El linaje del fotolibro, un género editorial

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Una exhaustiva investigación aterrizó en la muestra Fotos & libros. España 19 05-1977, que se exhibe en el Museo Reina Sofía, y a la vez en un libro homónimo editado por RM. (Foto: Archivo)

C iudad Juárez, Chihuahua. 4 de septiembre de 2014. (RanchoNEWS).- La historia del arte en el siglo XX está trazada por el cine y la fotografía, considera Horacio Fernández, curador e historiador español, quien añade que la imagen fija tomó al libro como repositorio al ser éste el espacio de experimentación y creación estética por excelencia. Una nota de Sonia Ávila para Excélsior:

«Por ello creo que algunas de las obras maestras del arte en el siglo XX son fotolibros; sobre todo porque la edición de estos sigue muy activa», comenta quien trazó una línea del tiempo sobre este género editorial en España, investigación que aterrizó en la exposición Fotos & libros. España 1905-1977 que se exhibe en el Museo Reina Sofía, y a la vez en el libro homónimo editado por RM.

Al entender el fotolibro como un diálogo equilibrado entre imagen y texto, el recorrido da cuenta del desarrollo de la instantánea no como un objeto individual o de autor, sino como el complemento de una narrativa que lo mismo puede ser poética que de crítica social y política; así la lectura de Fernández es una revisión por más de siete décadas de la fotografía española.

Si bien la investigación se concentra en artistas españoles, se pueden hallar paralelismos con la edición de fotolibros latinoamericanos y, en particular, mexicanos, al ser un género editorial prolífico entre escritores y fotógrafos por su facilidad de producción y difusión; en México, por ejemplo, las primeras referencias son de 1920 con obra de Manuel Álvarez Bravo, Horacio Coppola y Graciela Iturbide.

«La fotografía empieza aparecer en publicaciones en forma de libro y revistas con una riqueza enorme a partir de los años 20 del siglo XX, y se producen estupendos trabajos en todo el mundo en los que el uso de imágenes tiene algo que ver con el cine, metafóricamente. Hay que decir que hay un retraso de los fotolibros en relación con el desarrollo de la foto que nace en la década de los 40 del siglo anterior», explica en entrevista sobre el proyecto que se prevé que se exhiba en México en 2015.

El hecho de que la imagen adopte el formato de libro como medio de difusión responde a la posibilidad de plantear un discurso mayor y colectivo, en el que la foto ocupa el mismo espacio y nivel de importancia que la palabra escrita, y en ese sentido su principal característica es el trabajo por igual de escritores, fotógrafos, diseñadores y editores que le dan carácter de obra de arte.

«Yo creo que el fotolibro ha sido un campo de experimentación en todo el mundo y en Latinoamérica como en España se han producido libros extraordinarios. Es un campo enorme de experimentación porque el libro es un espacio, que permite innovar con facilidad, por eso el libro durante mucho tiempo ha sido el invento del Renacimiento».

De propaganda política a obra de arte

Fernández detalla que los primeros ejemplares eran trabajos literarios como ¡Quién supiera escribir!... (1905), que es la adaptación fotográfica de un poema de Ramón de Campoamor publicada como una serie de postales, y la secuencia de imágenes de Antonio Cánovas es una recreación con actores en una escenografía teatral. A partir de esta edición la relación entre literatura y fotografía va es una constante en la historia de los fotolibros españoles.

Uno de los momentos de esplendor del género fue el de la Guerra Civil española, cuando sirvieron como propaganda política tanto para los republicanos como para los rebeldes. De esta época destaca Madrid (1937), editado por el Comissariat de Propaganda de la Generalitat catalana; es un relato visual sobre las consecuencias del asedio político, y aquí las imágenes centran su atención en paisajes de destrucción, gente sin hogar y éxodo de refugiados obligados a abandonar sus hogares.

Esta mirada es través de fotos de autores como Luis Lladó, Robert Capa, Hans Namuth, Chim y Margaret Michaelis quienes destacan los rostros de las víctimas infantiles y de escenarios forenses a manera de propaganda republicana; además de abordar temas de género como el rol de la mujer.

En tiempos de posguerra, a pesar de la censura, se sostiene la edición de obras literarias ilustradas como el trabajo de Kindel, seudónimo de Joaquín del Palacio, en el libro Momentos (1944), una compilación de poemas con escenas de ruinas y pueblos vacíos; caso similar el de Las ventanas (1957), otro libro de poesía ilustrado por Leopoldo Pomés.

Para los años 70, considerada la década de oro de la fotografía española, el fotolibro adquiere un carácter de obra de arte, y la principal pieza es la colección Palabra e imagen de la editorial Lumen. Se trata de 19 títulos publicados entre 1961 y 1975 con instantáneas de los mejores artistas de la época.

Esta serie tiene fotografías de Jaime Buesa, F. Català-Roca, Colita, Joan Colom, Dick Frisell, Antonio Gálvez, Paolo Gasparini y Julio Ubiña. Textos de Rafael Alberti, Ignacio Aldecoa, Carlos Barral, Alejo Carpentier, Camilo José Cela, Julio Cortázar, Federico García Lorca, Alfonso Grosso, Ana María Matute, Pablo Neruda, Octavio Paz y Mario Vargas Llosa.

Con esta obra, Fernández engloba la principal característica del fotolibro: son obras colectivas en las que a veces el papel principal puede ser del diseñador gráfico o del fotógrafo, y no responden a una colección editorial, sino a trabajos específicos como obra de arte, incluso por usar técnicas gráficas.

«Hay una frase que dice que el analfabeto en el futuro no sería el que no supiera leer palabras, sino el que no supiera leer imágenes, y es evidente que el siglo XX ha sido una continua lectura de imágenes a través de los fotolibros, el cine, la televisión, y ahora el internet», concluye.


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