Rancho Las Voces: Arte Público / Ciudad Juárez: Colorwalk
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martes, enero 06, 2015

Arte Público / Ciudad Juárez: Colorwalk

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Mural realizado en el edificio FONART. (Foto: David Peinado / El Diario de Juárez)

C iudad Juárez, Chihuahua. 14 de diciembre de 2014. (RanchoNEWS).- En Ciudad Juárez la violencia lo cambió todo, hasta el graffiti. Sólo que de los rayoneos prohibidos, los garabatos inexplicables y las latas de spray fugitivas, surgió algo bueno: una nueva tendencia que trata de recobrar toda una lista de cosas prioritarias para los juarenses, escribe Martín Coronado para El Diario de Juárez.

Desde el punto de vista de varios artistas dedicados a esta nueva corriente, en la pintura callejera –o street art– hay una gran oportunidad para que la población fronteriza recupere los espacios, la ternura, la confianza, la sonrisa, la reputación, el empleo... el aliento.

Es precisamente lo que se persigue con Color Walk, un proyecto que ha traído a esta ciudad a varios muralistas de Nueva York, Argentina, España y otras partes de México, para «vestir» las calles de Juárez.

Extranjeros y locales coinciden. Se trata de que cuando los juarenses levanten la vista, vean algo mejor que la ciudad que observan ahora.

Y ya empieza a ser así, pues un puñado de ex graffiteros de Juárez y otras partes del mundo se han convertido en decoradores urbanos, que empezaron a cambiar la cara a varias partes de la ciudad, sobre todo en el edificio del Fonart (zona Pronaf) y la colonia Melchor Ocampo, donde las intervenciones son evidentes.

Del peligro al rescate

«Cuando llega el graffiti influenciado por el estilo americano, los trenes, las pandillas, todo eso lo absorbimos», dice Melo – Abimael Villaseñor García, graduado en Diseño Gráfico–. Comenta que aún, de vez en cuando, disfruta de toda la adrenalina y lo furtivo de las pintas.

Sin embargo, cuando la violencia estalló, el graffiti se hizo muy peligroso.

«La violencia acabó al graffiti porque el narco absorbió a las pandillas y el graffiti llegó a usarse como una forma de mensajes entre grupos delictivos. Si te agarraban con latas la Policía te detenía creyendo que eras de algún grupo delictivo y si los de los barrios te veían graffiteando hasta te podían disparar creyendo que eran del bando contrario», dice.

Aun así, al mismo tiempo los graffiteros empezaron a tomar la tendencia de otras partes del mundo, donde el muralismo cobraba cada vez más espacios.

«Se fue reduciendo el número de graffiteros, pero nosotros nos quedamos y tuvimos que cambiar el asunto territorial por otra cosa, y se dio de una forma muy natural», dice.

«Por eso el graffiti se deja de hacer como tal por un momento y se toman otras tendencias como el arte urbano, que ya no es sólo aerosol, sino que ahora involucra desde pintura con brochas, rodillos, técnica, pegar pósters y carteles», afirma.

Recuperan espacios

La Melchor Ocampo era una colonia estigmatizada como una de las más violentas. Para Melo era su centro de acción como graffitero.

Ahora, tras la evolución, en la que no está solo, los artistas han hecho de ese territorio el lugar con más murales, donde fácilmente hay más de 30.

Cuando junto con otros artistas empezó a pintar los murales, el aspecto financiero llegó a ser un problema. Por ello acudieron al gobierno y bajo una convocatoria del Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC) hicieron el proyecto «Pintando la Melchor», por lo que esa es la zona que está más intervenida.

De la mano de varios colectivos como Jelly Fish y Calavera, entre otros, han cambiado la gran mayoría del graffiti por murales, que incluso ya son hasta bajo pedido.

Reputación y empleo

«Pilo» (Leonel Portillo) es coordinador de Color Walk. Este esfuerzo tiene sus motivos.

«Un punto de street art, económicamente, jala muchas cosas, jala museos, jala galerías, eso es lo que se está buscando. No es algo que estemos inventando, es algo que ya se ha probado en Wynwood Walls, Miami; Bosh’s Week, Nueva York; San Juan en Puerto Rico», dice.

Todos esos lugares han hecho del muralismo puntos de atracción turística que generan cientos de empleos y que han ayudado a recuperar partes de las ciudades destruidas por la violencia.

René Nava, otro coordinador dice que esa es la intención de pintar, cambiar la imagen de la ciudad, hacer que el extranjero deje de pensar en Juárez como la ciudad más violenta y hacer que piense en que es una zona de arte.

«París, por ejemplo, es una ciudad con mucha violencia, pero todo mundo va a París porque tiene arte, no tiene una imagen de violenta, tiene una imagen de ciudad de arte», afirma.

Con eso se podría atraer un turismo cultural que a la larga generaría empleos en todos los sectores, dice.

También la sonrisa

María Nevárez vive en el cruce de Simona Barba y Francisco Márquez. Ahí, Jelly Fish pintó toda la esquina, y el colectivo Los Dos «intervinieron» la barda de enfrente. Sus pinturas incluyen leyendas sobre disfrutar la vida y mensajes.

«Desde que pintaron aquí no es lo mismo. Sólo salir y leer los mensajes de estos muchachitos, sale uno diferente. Ahora ya no se ve como antes, puras rayas de cholos, a mí me gusta mucho, siempre me hace sonreír», afirma Nevárez.

La confianza

En una época nadie quería pisar Juárez. En 2013, los organizadores de Color Walk lograron traer algunos extranjeros. Este año se les cumplió un sueño que compartieron con la ciudad, y al terminar noviembre ya habían pintado al menos cinco murales en el Fonart, todos a manos de pintores colocados entre los mejores del mundo.

Los argentinos Eversiempre, Mariela Ajras, Agustina Zavala y Jaz, así como el español Malakkai dejaron sus obras en el Fonart. Malakkai también intervino en la Montemayor.

Werc, un juarense ahora neoyorquino que vive de sus murales, pintó la pared norte de la biblioteca Tolentino; y Spaik, otro extranjero con corazón latinoamericano, dejó su obra en la entrada a Riberas del Bravo, así como en la Montemayor, a unos metros de la Insurgentes.

La ternura

Los extranjeros vinieron a Juárez a regalar algo, sabiendo los problemas por los que la comunidad ha pasado. Mariela Ajras, quien pintó la torre del Fonart con temperaturas bajo cero, encontró algo qué regalarle a la ciudad.

«El arte es una suerte de terapia, de reconstrucción colectiva, a nivel cultural, como si transformar un poco el espacio público ayuda a mejorar», afirma. Su pintura es una niña que peina a su abuela.

«En este momento del país convulsionado, si hablamos de ternura, puede llegar a ser una inyección de esperanza… no recuerdo cómo lo dijo el Che exactamente: hay que mantenerse firme sin perder la ternura».

El aliento

Los juarenses han empezado a apropiarse de los murales. Al menos en dos ocasiones, estudiantes universitarios de arquitectura han salido a recorrer en bicicleta las pinturas de locales y extranjeros.

También «Juárez en Bicla» dio un recorrido la semana pasada por una ruta diseñada por ellos mismos. Durante su paso por la Melchor Ocampo, los estudiantes bromeaban: ahí mataron a uno, y allá secuestraron a un doctor.

Sin embargo, ninguno estaba preocupado. «Ya no es lo mismo, ahora ya se puede andar por aquí pero de todos modos se quedaron los mitos, y es lo que hay que hacer, y esta es una buena forma», dice un integrante de «Juárez en Bicla».

El coordinador de Color Walk, René Nava, dice que aún está pendiente un recorrido con autoridades y otro con prensa, para mostrarles los murales, y entonces ir pensando en el diseño de un recorrido que venga a redondear el proyecto.

El Diario de Juárez, para mayor información gráfica ofrece el siguiente MICROSITIO


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